El vino es el mejor acompañante en una velada especial, y la sumillería es una disciplina y profesión muy relevantes en restaurantes como Venetiis. Un buen plato ha de estar maridado correctamente para que el comensal pueda combinar sabores, olores y texturas y disfrutar al máximo de la experiencia.

¿Qué debemos saber a la hora de valorar un vino? ¿Cuáles son las características que se tienen en cuenta a la hora de una cata o una categorización? Los términos más utilizados se dividen en dos grupos, los objetivos y los subjetivos. ¡Vamos a conocerlos!

Conceptos objetivos para conocer un vino

Estos términos aparecen en la ficha técnica que proporciona la bodega que ha elaborado el vino. Aquí se determina su composición, su origen o su tiempo de fermentación, todos los elementos que le dan su sabor.

Encontramos palabras como la variedad de la uva, el proceso de vinificación, el origen y entorno, el sistema y tiempo de maduración o los grados de alcohol.

Obviamente, como podéis comprobar, estos conceptos son iguales independientemente del catador que se enfrente a un vino. Aquí no influyen los gustos personales, al contrario que en la siguiente tanda de conceptos, que son completamente subjetivos.

Conceptos subjetivos

A continuación os mostramos una serie de términos que os ayudarán a definir todas las sensaciones que experimentáis a la hora de probar un vino. Muchas veces nuestro paladar no está correctamente educado y no sabemos relacionar el sabor con una palabra concreta a la hora de valorar o sugerir un vino, así que os puede ser de gran utilidad:

Abocado o embocado. Es un vino que no se cataloga como dulce pero sí ofrece sensaciones azucaradas
Acerado. Se detecta en blancos jóvenes y pálidos que parecen tener el brillo del acero.
Afrutado. Nos trae aromas vegetales o frutales. Esta expresión es muy utilizada pero incorrecta, el modo adecuado es “frutal”.
Astringente. Se aplica al vino con los taninos demasiado presentes y que produce una sensación de sequedad y estrechamiento en los tejidos de la boca. También puede llamarse “áspero”.
Alegre. Es ligero, fresco, que no tiene complejidades aromáticas.
Brillante. Es un vino que al trasluz se ve completamente transparente, sin grumos o impurezas.
Carnoso. Se dice del vino con cuerpo y bien conjuntado que produce un rica impresión física a su paso por la boca.
Crudo o tierno. Se denomina así a vinos jóvenes y sin terminar.
Débil o corto. Se aplica al que tiene caracteres pocos pronunciados.
Decrépito. Vino desequilibrado por completo debido al exceso de edad.
Elegante. Vino equilibrado, que produce sensaciones sugerentes en nariz y boca.
Hueco. Se dice de los vinos que decepcionan en todo el recorrido de la boca debido a sus muchas carencias.
Lleno. Amplios sabores que colma el paladar.
Pastoso. Normalmente se aplica a blancos y cavas que son excesivamente densos en boca y ricos en azúcar.
Perfumado. Vino con intensos aromas.
Picado. Avinagrado, pasado.
Untuoso. Oleoso, que se adhiere en la copa y que en la boca se muestra suave.
Vigoroso.
Provoca sensaciones potentes en la boca. Resulta sabroso, con cuerpo y con una acidez y nivel de taninos y alcohol bien conjuntados.